morirse de isla
morirse de isla
es una enfermedad terrible
las aspas del
sueño
giran enmarañadas
giran enmarañadas
en el sargazo
y en los
aeropuertos de sal
aterrizan ficciones
de soledades
que hunden sus
picos
en los ojos de peces barnizados
por vestíbulos
hoteleros
mientras Celia brindaba por mí con sus ojos
es el perfume más sacro de todos mis desvelos
como un deseo:
tan glam
y neón
vigilados por los
arrecifes enfermos,
todo se nos hace
con hielo en el trópico
Celia se mutila
el aliento
mientras amarra
besos al aire
en un sahumerio
de polen
sobre los grises edificios
que cercan la
mirada
como en un corral
es a
deshoras
cuando nos sentamos
a volcar las lenguas
con la sangre
fría
y un penacho de
sombrillas
entre el olor a
aceite cansado
y el rechinar de
las botellas,
vedados por la
rectilínea ruta
sin más entraña
que el desnudo
dándonos hueso
abajo
morirse de isla
es una enfermedad terrible:
de algún modo,
uno siempre se ahoga hacia adentro